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sábado, 5 de junio de 2010

sábado, 5 de junio de 2010

La guerra de deslegitimación desatada contra Israel
Dori Goren, Embajador de Israel en Uruguay

El fallido intento israelí de interceptar pacíficamente al barco Mármara, cuyas consecuencias Israel lamenta profundamente, revelan con toda crudeza el nuevo escenario en la que se ve inmerso el Estado de Israel. Se trata de una amenaza estratégica que se cierne sobre la estabilidad y la seguridad regional; un ataque propagandístico y mediático, que va alcanzando ribetes de una verdadera guerra de deslegitimación desatada contra el Estado de Israel.

La estrategia consiste en conducir a Israel a callejones sin salida escenificados meticulosamente de antemano, con la esperanza de que se produzca el error que provoque el aislamiento y la condena de Israel en los foros internacionales. La consecuencia acumulativa de dicha estrategia, debería provocar que Israel ponga en duda sus propias convicciones y se comporte de forma dubitativa y hesitante frente a la agresión a su ciudadanía o su soberanía, so riesgo de verse sancionado o condenado por el mundo occidental.

Se trata de una campaña de espectro global, que actúa en cuatro campos principales: mediático, político, jurídico y económico, y cuya finalidad es intentar corroer en una primera etapa la legitimidad en el uso de las Fuerzas Armadas israelíes para defender su soberanía y la integridad física de sus habitantes, e intentar posteriormente socavar la legitimidad internacional sobre la que reposa la propia existencia del Estado judío.

No sería ésta la primera oportunidad en que Israel debe enfrentarse a un acoso similar, excepto que las anteriores oportunidades fueron limitadas en tiempo y forma, se vieron acotadas principalmente al terreno propagandístico, y terminaron siendo derrotadas y rechazadas por los países amigos de Israel. No es el caso de la guerra actual: no se trata ya de aprovechar al máximo los errores circunstanciales o fortuitos para denostar a Israel, sino de una campaña organizada de forma estratégica, coherente, constante, sofisticada y prolongada en el tiempo, orquestada por países y organizaciones islámicos en connivencia con determinadas ONGs occidentales.

La eclosión de la campaña de deslegitimación se vio en toda su magnitud una vez concluida la última operación en Gaza de hace un año y medio, y en su contexto descollaron el Informe Goldstone, las convocatorias permanentes del Consejo de Derechos Humanos y de la Asamblea General de la ONU, las reciente declaración final de la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación, y estos días con la flotilla con destino a Gaza, cuya finalidad era tender una trampa a Israel de la que no tendría escapatoria, fuera lo que hiciere.

El objetivo de la provocación de la flotilla era confundir a la opinión pública mundial, mezclando por un lado las normas del derecho naval internacional que apuntalan y sostienen el derecho pleno y legítimo de un Estado en situación de beligerancia a imponer un bloqueo naval de tipo defensivo, aún en aguas internacionales, con la finalidad de controlar e impedir el contrabando de armas a la zona de conflicto –similar al que impuso la ONU al Líbano según la decisión 1701 del Consejo de Seguridad, implementada por navíos alemanes y griegos– y por el otro confundiéndolas indebidamente con la cuestión humanitaria acerca del ingreso de bienes y servicios a Gaza por los pasos terrestres, que discurre normalmente –las cifras de mercancías y productos ingresados a diario son apabullantes– y que sólo limita productos que puedan servir a la industria bélica de Hamas. Precisamente fue Hamas quien se negó a ingresar al cargamento de ayuda del convoy, lo que habla a las claras d! e su desprecio por el bienestar de la población palestina de Gaza.

Los dichos de la vocera de la flotilla, Gloria Berlin, que rechazó el ofrecimiento israelí de transportar por vía terrestre el cargamento completo bajo control y acompañamiento de los propios miembros de la delegación, al decir que “no se trata de ingresar ayuda humanitaria a Gaza, sino de romper el bloqueo naval”; las declaraciones de “activistas” del Mármara frente a las cámaras de la TV turca, según las cuales “estaban dispuestos a inmolarse en aras de la causa”; o el rechazo al pedido de varias ONGs israelíes, de que la delegación demande a Hamas que permita la visita de la Cruz Roja al soldado cautivo Guilad Shalit, todas ellas hablan por sí solas.

La demanda israelí a la flotilla de acatar el bloqueo, está plenamente amparada por el artículo 67(a) del Manual de derecho internacional de San Remo sobre conflictos bélicos navales, y la negativa del Mármara de acompañar pacíficamente al buque israelí a puerto, como lo hicieron los otros 5 barcos de la flotilla –y desde ya, el ataque artero contra los soldados israelíes– constituye una violación flagrante del derecho internacional positivo en la materia.

El objetivo de la presente campaña es, entonces, levantar bajo presión el bloqueo naval a la Franja de Gaza, de forma que permita el rearme de Hamas por vía marítima con financiación de Irán, para volver a llenar los arsenales y retrotraerse así a la situación imperante al 27 de diciembre de 2008. Por tal razón, es fútil hacer hincapié en los errores de apreciación y planificación de la Marina israelí, que se vio desbordada y sorprendida por la feroz resistencia ejercida. Ello sin perjuicio de la investigación exhaustiva que se llevará a cabo por la lamentable pérdida de vidas humanas, y de las conclusiones y el análisis que efectuarán el Ejército y el Gobierno de Israel, tanto por convicción interna producto de su profunda vocación democrática como por los llamamientos de la comunidad internacional al completo esclarecimiento de los hechos.

Pero todo eso es secundario a la cuestión de fondo, porque incluso una detención pacífica de todos los seis barcos se hubiese topado en estas condiciones con la condena automática mundial, ayudando así a conseguir los objetivos de los organizadores. En un clima internacional tan enrarecido, las explicaciones de Israel parecen condenadas a caer en saco roto, sin importar los argumentos esgrimidos, las pruebas exhibidas o las advertencias expresadas con antelación. Gran parte de los países del mundo apenas si se expresan acerca de víctimas involuntarias en los conflictos de Afganistán, Chechenia, Tibet o Pakistán, pero condenan a Israel antes de comenzar siquiera las mismas investigaciones que ellos mismos demandan; mientras la prensa denomina a los islamistas “luchadores de paz” o “activistas”, condenando cual juez y parte y haciendo oídos sordos a la complejidad de los hechos y caso omiso a cualquier argumento por sólido y convincente que sea.

De todos modos, Israel no puede ni debe optar por dirigirse a los extremos, allanando el camino a quienes pretenden debilitarlo y desprestigiarlo, ni endureciendo sus políticas más allá de lo estrictamente necesario. Israel, sus amigos y sus aliados –que siguen siendo numerosos en el mundo entero, sólo a juzgar por la verdadera avalancha de mensajes de apoyo y comprensión recibidos en nuestra Embajada– no deben cejar en su intento de demostrar al mundo libre la campaña de deslegitimación librada contra el país, brindando permanente información acerca de las investigaciones desarrolladas y proveyendo respuestas sólidas a todas las preguntas formuladas.

El ejército de Israel no está compuesto por mercenarios: todos nuestros hijos sin excepción, incluyendo mi propia hija de 19 años, se enrolan en sus filas durante sus mejores años. Son jóvenes de 18 años, flor y nata de un país floreciente y pujante, que dedican parte de sus vidas a la defensa de nuestro país; luego se convertirán en mochileros, profesionales y exitosos hombres de negocios. Nuestros hijos, los soldados israelíes, no harán jamás uso de la fuerza excepto para ejercer el legítimo ejercicio de la defensa: la defensa propia y la del Estado de Israel. Con todo el dolor que nos produce el sentirnos a veces incomprendidos, no tenemos otra alternativa que seguir bregando por la seguridad de nuestra gente.


Artículo publicado en el diario La República de Montevideo del 03.06.10.
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Embajada de Israel - Montevideo, Uruguay
Tel.: 00598-2-4004164-66 / Fax: 00598-2-4095821

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