El 17 de marzo de 1992 a las 14 y 50 de la tarde un coche bomba destruyó la embajada de Israel en Buenos Aires. Fue el primero de los dos brutales atentados terroristas cometidos en nuestro país contra Israel y contra la Argentina, contra la comunidad judía y contra todo el pueblo argentino.
Las bombas tienen siempre un lenguaje común, no importa de dónde vengan. Son como un monólogo prepotente, un discurso inapelable que termina irremediablemente en la palabra muerta.
"quien hace perder una sola alma es como si hubiera hecho perder un mundo entero, y quien salva un alma es como si hubiera salvado un mundo entero" (Sanedrín 4, 5). La vida del ser humano le ha sido otorgada en custodia por D's, y nadie tiene derecho a tomarla.
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