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jueves, 22 de mayo de 2008

Murió anoche a los 83 años

jueves, 22 de mayo de 2008


El adiós al padre Gasparotto

Sufrió una descompensación cardíaca. Mons. Arancedo alcanzó a despedirlo. Hondo pesar en los santafesinos en el adiós a un ejemplo de compromiso social.


En la página 8 de la tercera sección de El Litoral de la víspera, una foto consignaba el momento en el que el padre Edelmiro Gasparotto agradecía con sentidas palabras la distinción Juan Carlos Huber que le entregó el Rotary Club Santa Fe, una más entre tantas que a lo largo de su vida supo conquistar quien hizo de su paso por este mundo un acto de fe y amor por el prójimo. Hoy la noticia de la muerte del padre Gasparotto sorprendió y conmovió a los santafesinos, que conocían su amplia e incansable labor solidaria.

Cabe recordar entonces que desde que hizo la opción por los pobres junto al padre Carlos Catena, creó innumerables obras para las comunidades más postergadas de los barrios santafesinos. Durante casi medio siglo estuvo al frente de la Parroquia de La Merced, desde donde miraba incansablemente a la sociedad de su tiempo, que tanto le preocupaba.

Todos recordarán su incesante labor misionera y asistencial, su calidad humana y su sacerdocio, su infinita paciencia y su don fecundo de fe. Siempre tuvo la mano extendida para muchas personas de barrios populares como San Lorenzo y Santa Lucía. Hizo una opción preferencial por los pobres y fue el hombre que, por tratar de seguir el Evangelio, recibió el agradecimiento de sus feligreses siendo nombrado Mayor Notable por la Cámara de Diputados de la Nación, Ciudadano Ilustre de la ciudad y también el homenaje de la Cámara de Diputados de la Provincia.

Había nacido en Sunchales, el 4 de octubre de 1924, como un hijo de inmigrantes italianos. En marzo de 1937, a los 12 años de edad, ingresó en el Seminario Metropolitano de Guadalupe y el 12 de diciembre de 1948 se ordenó sacerdote.

Tres días después, celebró su primera misa en su Sunchales natal. Luego, fue llamado por el obispo Nicolás Fassolino al Santuario Nuestra Señora de Guadalupe. En 1951 fue nombrado director Arquidiocesano a las Obras de las Vocaciones Eclesiásticas. Se desempeñó también como asesor arquidiocesano de los Jóvenes de Acción Católica (J.A.C.) y como director de las Obras Misionales Pontificias.

En una entrevista publicada en la Revista Nosotros de El Litoral recordaba su crecimiento en el campo, “robusto con lechee al pie de la vaca, que mi madre ordeñaba”. También a sus siete hermanos mayores y una menor, que nació luego de que falleciera su padre; su participación en movimientos como la Acción Católica; una madre “santa” y un padre “muy emprendedor”.

Su vida en el Seminario fue muy completa, con estudios, deportes y, por supuesto, vida cristiana. “Era estricto, había buenas madrugadas. Los horarios y todo eso, nos disciplinaron mucho y nos hizo muy austeros, muy compañeros, en general, porque compartíamos todo, convivíamos.

La opción por los pobres

Vivió los grandes cambios en la Iglesia, como el Concilio Vaticano II y en tal sentido sostuvo en esa entrevista que “vivimos tiempos interesantísimos. Yo inicié la misa en latín y de espaldas al pueblo. Me tocó un tiempo muy fecundo, porque incluso tuvimos que aplicar todas las reformas del Concilio. Además, todo nuestro trabajo de compromiso con los barrios nace también de los documentos pontificios y del Episcopado latinoamericano, sobre lo que el Papa llamó la "opción preferencial por los pobres'. En ese entonces, incluso militamos en un movimiento que nos estimuló a estar más cerca de la gente humilde y ayudarla. Eso fue lo que hicimos con sacerdotes muy meritorios como el padre Catena, el padre Bunti y Antonio Rodríguez, para nombrar algunos”.

Para realizar la labor en los barrios, tuvieron la posibilidadd de ir consiguiendo “lugares concretos y la gente enseguida se incorporaba. Por eso digo que el mérito no es de uno, es de tanta gente que se sacrificó y trabajó, construyendo, atendiendo lo religioso, asistencial, caritativo”.

Uno de sus pensamientos más frecuentes será recordado por sus seguidores. “Mientras no recompongamos el sentido social en la solidaridad, y la gente no piense en serio en el bien común, nada va a cambiar”, aseveró.

Su obra

En 1957 participó de la programación de la nueva parroquia de la Virgen de la Merced. El 16 de febrero de 1958 se hizo cargo de esa comunidad y se encargó de la construcción del templo definitivo. Construyó el centro de atención y oratorio San Lorenzo y el centro Sagrado Corazón de Jesús, y contribuyó a la iniciativa asistencial y sanitaria Madre de la Divina Providencia.

En el barrio Santa Lucía, edificó una escuela técnica con anexo, un jardín y cinco residencias de ancianos. Estuvo un año en el Instituto Pastoral de Madrid, dependiente de la Universidad de Salamanca.

Creó la Fundación Gasparotto para desarrollar tareas dedicadas al bien común, una labor que continuará en la cotidianeidad con el trabajo de sus fieles seguidores.

El adiós

Los restos del padre Gasparotto son velados en el templo Nuestra Señora de la Merced hasta las 15, cuando se realice una misa excequial a cargo del arzobispo Mons. José María Arancedo. Luego será sepultado en el panteón del clero, en el Cementerio Municipal.

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