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lunes, 22 de octubre de 2007

La adormecida xenofobia

lunes, 22 de octubre de 2007
La inmigración, un debate que se globaliza
Por Fernando Sabsay

(para La Nación )

SIN duda, nuestra Argentina es un país de profundas contradicciones. Me referiré en las siguientes líneas al permanente y reflorecido tema del control de la inmigración ilegal en nuestro territorio. El proyecto de ley sobre el que está trabajando el gobierno nacional impondrá restricciones al ingreso de extranjeros en el país y fijará sanciones a los que contratan trabajadores con situación de permanencia ilegal. En igual sentido, a los que faciliten el ingreso de extranjeros con el otorgamiento de acreditaciones espurias.

Es cierto que los actos delictivos han aumentado considerablemente y la inseguridad nos acecha en las calles y casas. Además, la falta de empleo permanente ha llevado a expresiones dichas con excesiva ligereza: "El trabajo que hay en la Argentina debe ser para los argentinos". Al mismo tiempo, el Presidente establecía directivas "para echar a los extranjeros ilegales".

Es necesario alertar frente a estas actitudes. Los extranjeros que ingresaron en el país desde el siglo pasado se han sentido protegidos por la tradición histórica argentina expresada en el Preámbulo de la Constitución de 1853: "Asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino". Cuidado entonces con despertar la sólo adormecida xenofobia, so pretexto de garantizar el orden público con normas jurídicas de carácter discriminatorio.

Un fenómeno mundial

En la década del 90 se despertó violentamente en Europa el sentimiento xenófobo, que en varios países alentó el surgimiento y la consolidación de movimientos y partidos políticos de un nacionalismo iracundo. Con la crisis de los sistemas políticos, la globalización de la economía y el debilitamiento de presencia del Estado nación, aparecieron y siguen apareciendo en el mundo argumentos sobre el nacionalismo, el populismo, el racismo, la xenofobia y las diferencias étnicas y religiosas.

El principal problema estructural del capitalismo contemporáneo es el desempleo. Esta situación origina en la sociedad una fuerte resistencia, observable en el mercado laboral, a las migraciones dentro de un mismo país o desde países vecinos.

Entre nosotros, durante 1994, el producto bruto interno creció un 7 por ciento y, sin embargo, se produjo una destrucción de 350.000 puestos de trabajo. En mayo de 1995 la desocupación llegó al 18,6 por ciento, un récord histórico, y alcanzó el 21 en octubre del mismo año, a pesar de los cuatro años de crecimiento ininterrumpido.

La asimilación de nuevas tecnologías y el régimen de privatizaciones trajo involuntariamente, como efecto final, la destrucción de puestos de trabajo. Este fenómeno es mundial, pues la integración económica y la globalización dieron lugar a fuertes migraciones laborales entre países.

Los criterios de discriminación que manipula el ser humano tienen orígenes diversos, y conforman y modifican formas de vida con explosiones colectivas. Comunicadores interesados en crear opinión pública asignan a determinadas causas la angustia que produce el cambio en donde la falta de trabajo ocupa un lugar preponderante.

Mano de obra barata

En la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires, el 74,6 por ciento de los encuestados atribuye el aumento de los delitos a la difícil e insegura situación económica; el mayor consumo de drogas se encuentra en segundo puesto, con el 55,3 por ciento,y la deficiencia del control policial alcanza el 40,6, en el tercer lugar.

Bolivianos, peruanos y paraguayos vienen al país en busca de trabajo, dispuestos a realizar las mismas tareas o incluso peores, con más horario laboral y menos salario, que los argentinos. Algunos llegan a trabajar por 80 centavos la hora, o 200 pesos por mes. No faltan quienes sólo reciben lugar para dormir y comer. Las mujeres se emplean en su mayoría en tareas domésticasy los hombres, en la construcción.

En muchos casos no tienen documentos ni figuran en las listas de entrada al país. Solicitan a la oficina de migraciones la radicación o permisos de ingreso, obligándose a cumplir una buena cantidad de requisitos. Luego las autoridades deben pedir antecedentes policiales y judiciales, y la entrega del documento demora de noventa días a cinco meses. Esto los lleva a optar, muchas veces, por el camino irregular: organizaciones delictivas les entregan el documento por 250 pesos.

Las estadísticas demuestran, en la ciudad de Buenos Aires, que los inmigrantes no son los protagonistas de los crímenes violentos, los robos que terminan en tragedia o el tráfico de drogas. Los homicidios dolosos sólo tienen como protagonistas a extranjeros en el 16 por ciento como victimarios y el 18 como víctimas. En los casos de narcotráfico, la presencia de los inmigrantes en los expedientes judiciales sólo llega al 7,7 por ciento. En cambio sí aparecen en los robos de poca monta: carteras o billeteras, trabajo de punguistas.

No se conocen cifras ciertas sobre inmigrantes ilegales en la ciudad de Buenos Aires.

No hay que ilusionarse con que un conjunto de normas jurídicas llegue a resolver el problema de la discriminación, ya que el camino para lograrlo encierra un sinnúmero de aspectos de la interacción humana.

La discriminación que prende fácilmente en la gente, sobre todo cuando el empleo está ausente o es escaso, puede despertar, si los intereses políticos avivan el fuego de las pasiones más primitivas, la xenofobia. La fácil emoción popular se enceguece y culpa a los inmigrantes, legales e ilegales, del grado de inseguridad reinante en la sociedad argentina.

La tranquilidad social

La globalización nos obliga a acostumbrarnos a una tasa elevada de desempleo. En mundo, la tasa de desocupación tiende a estabilizarse en el 10 por ciento, dato de difícil reversión en la economía contemporánea. El orden público se logra en la sociedad cuando se garantizan los derechos y los deberes de los habitantes, sin especular con la reacción violenta que lleva a la calificación absoluta de buenos o de réprobos.

Las formas culturales persistentes tienen generalmente consecuencias favorables para la sociedad como unidad. Otras veces, la utilización de esas estructuras culturales por parte de subgrupos suficientemente poderosos puede llegar a producir efectos inconscientes de odios y rencores por el uso de coacción directa o mediante campañas orquestadas de acción indirecta. Un extraño paradigma que pone en peligro la tranquilidad social.

El autor es académico. Su libro Ideas y caudillos obtuvo la Faja de Honor de la SADE, en 1998.

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