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lunes, 2 de octubre de 2006

Mafias latinoamericanas de pandillas vienen “bajando” por el continente

lunes, 2 de octubre de 2006
“Maras”, apócope de marabuntas

Uno de los grupos del crimen organizado trasnacional de más reciente creación y que ha adquirido una asombrosa expansión lo conforman las bandas callejeras de jóvenes delincuentes latinoamericanos a las que vulgarmente se las llama "maras".

Mara, apócope de "Marabunta" (feroz hormiga de la Amazonia), fue aplicado en la década del ´50 por pandillas juveniles en los EE.UU.

Dichas organizaciones criminales, conformadas en su mayoría por inmigrantes hispanos de entre 14 y 17 años de edad, tuvo su origen en la década del ´70 en las calles del South- Central de los Los Angeles.

Su triste fundador fue un salvadoreño conocido como "El Flaco Stoner", quien inició la mara "Wonder 13", integrada por asesinos que llevaron adelante numerosas guerras entre pandillas, en especial con la Mara 18, conformada por inmigrantes mexicanos.

Ya en el Siglo XXI, una de la maras más feroces es la "Salvatrucha" ó M13, donde sus miembros para ingresar a la misma se tatúan la sigla "M13" y tienen que sufrir castigos corporales.

M13 obedece a que dicha organización se desdobla en 13 "clikas" (organizaciones barriales.

En expansión

Fuentes policiales consultadas en varios países centroamericanos indicaron que entre 2001 y en lo que va del año las pandillas juveniles se ramificaron por América del Norte y Centroamérica.

Lo grave del caso es que ya tienen "filiales" en México, Honduras, España, Guatemala, El Salvador, Perú, Ecuador, Canadá, Australia y el Líbano.

“Pibes chorros”

Un simil de los "Maras", aquí en la Argentina, se puede detectar a pocos kilómetros de Capital Federal, en Ingeniero Budge, Villa Fiorito y hasta en la villa Carlos Gardel, donde pululan bandas conocidas como de "pibes chorros".

"Los gardelitos", Y "Los Sopapitas", ésta última liderada por el fallecido Sopapita Merlo, en "Fuerte Apache", quienes habrían tomado como culto algunas costumbres de los maras centroamericanos, como: “manejar el territorio mediante la violencia con el uso de armas de fuego”.

A diferencia de sus "colegas" centroamericanos, las bandas autóctonas están conformadas por 10 ó 12 miembros, quienes al "iniciarse" se entregan a su "protector" "San la Muerte".

Cuando alguno de la banda muere abatido por balas policiales sus "compañeros fabrican una especie de "santuario" para recordarlo.

Matar o morir

Las fuentes de financiación son iguales en la distribución de estuipefacientes, pero en la Argentina, no cobran peaje ni "impuesto revolucionario" como en las poblaciones de Honduras o El Salvador, y se dedican al robo de autos para desguazarlos.

Así, la premisa de un mara centroamericano de nombre Antonio el "Satanás" es "matar ó morir".

"Broder (hermano), acá es así, a hierro. Matás o morís", asegura "El Satanás" mientras muestra un tatuaje en la espalda con cinco tumbas con un "Que en Paz Descanse" y un nombre marcado en el centro.

Uno dice "panuda". Otro "mocos". En el de arriba se lee "chepa" (cana). "Ese es por un policía que me "cargué".

Los otros son los nombres de las clikas a las que pertenecían los que ya están hule (muertos)", explica "El Satanás" como si hablara de geografía.

Los mareros encontraron el perfecto campo de cultivo: desocupación de más de la mitad de la población activa, pobreza extrema, desnutrición y analfabetismo por encima del 30%. Los jóvenes centroamericanos veían salir a sus países de la Guerra Fría (1945-1989), que se había trasladado de Europa del Este a las selvas nicaragüenses y salvadoreñas, más pobres y dominados.

Los gobiernos corruptos y una oligarquía miope hicieron el resto. Las maras comenzaron a reproducirse como hormigas carnívoras.

Bomba de humo

En Honduras, con una población de unos 7 millones, se estima que hay unos 40.000 mareros. En El Salvador, con 6,5 millones de habitantes, hay unos 20.000. En Guatemala, se calculan unos 6.000. En México hablan de otros 40.000. En Estados Unidos, 100.000. De todos modos, algunos advierten que estas cifras también son utilizadas por los gobiernos de turno para atemorizar a la población y ganar rédito político. "El problema es grave, pero hay que tener cuidado, las maras son el nuevo enemigo que agitan para distraer de los verdaderos problemas que padece la juventud en toda América latina", advierte Gustavo Zelaya, de la ONG Casa Alianza.

"El Satanás", dice que es hora de ir a "alucinar al cementerio a esos manes". Aconseja salir del barrio antes de que lleguen sus "homis" (compañeros, así se llaman entre los mareros) y no tomar ni una fotografía "porque te palmas aquí". Se vuelve a acomodar la 9 milímetros y desaparece por uno de los callejones.

Las maras fueron ganando cada vez más terreno y comenzaron a ser utilizadas por los grandes carteles del narcotráfico para sus operaciones de traslado y distribución de drogas.

Esa es hoy la principal fuente de ingresos. Aunque también obtienen divisas cobrando el "impuesto revolucionario" a las empresas de transporte público, a los distribuidores de alimentos, los comercios y hasta a los propios vecinos.

Una plaga

El fenómeno de las maras preocupa enormemente a Estados Unidos y a todos los países centroamericanos.

En julio de 2005 los cancilleres de todo el continente reunidos en la asamblea anual de la OEA, se comprometieron a lanzar una ofensiva contra lo que, dijeron, "es ya una plaga".

El FBI ya abrió una oficina especial en San Salvador para investigar a los mareros. De acuerdo con el sitio oficial de Internet de la Mara Salvatrucha (www.xv3gang.com), la banda tiene "clikas" desde Canadá hasta Perú y desde Australia hasta el Líbano. "Son los que se integraron a las maras en Estados Unidos y luego regresaron a sus países llevando la moda", se escribe en el mismo sitio Web.

Los expertos argentinos en delincuencia juvenil afirman que en nuestro país no hay maras. "Las bandas de pibes chorros no alcanzan de ninguna manera este nivel de organización y sofisticación.

En nuestros barrios no hay una influencia fuerte de la cultura anglosajona de la pandilla", explica Alberto Morlachetti, un sociólogo creador de la Fundación Pelota de Trapo.

Fuentes consultadas: Clarin Digital y Policía y Criminalística de Policía Federal
Nota escrita por Adalberto Agozino, doctor en Ciencias Políticas (Télam)

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