Una vez más, el papa centró su prédica en la imposibilidad de la homosexualidad y realizó ante 500 eurodiputados un llamado para derrotar "una cultura que ahora está muy extendida en Europa", en alusión a las uniones de parejas del mismo sexo. “El reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como unión de un hombre y de una mujer basada en el matrimonio , y su defensa de cualquier intento de hacerla jurídicamente equivalente a formas radicalmente diferentes de unión que en realidad la dañan y contribuyen a la desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel social irreemplazable", dijo. No se debe olvidar que, cuando las iglesias o comunidades intervienen en el debate público, expresando sus reservas o recordando algunos principios, ello no constituye una forma de intolerancia o interferencia", agregó. Y eso no es, a los ojos del sucesor de Juan Pablo II, "intolerancia o interferencia, ya que tales intervenciones tienen como único objetivo iluminar las conciencias, haciéndoles que puedan actuar de forma libre y responsable".
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