14-06-07 - Fuente: Diario Uno de Santa Fe
Ayer, un chico de alrededor de 12 años ingresó a la escuela de Educación Media Juan Bautista Bustos –frente a la plaza España–, logró entrar a un aula de la planta alta sin ser visto y (aprovechando la ausencia de los estudiantes) se llevó 67 pesos y tres celulares. (ver fotografía).
Mientras salía del edificio fue visto por una portera de la institución educativa que lo detuvo y –al no reconocerlo como alumno de la entidad– le preguntó “si necesitaba algo”. El menor balbuceó algunas palabras, pidió algo para comer y se retiró del inmueble.
Al detectar las pertenencias faltantes, directivos y profesores del colegio se dirigieron a la Seccional 1ª de Policía a radicar la denuncia por el robo; mientras otras autoridades de la escuela se comunicaban con los padres de los adolescentes perjudicados para informarles lo ocurrido.
Indiana Roverano, directora de la escuela Bustos, destacó que, según las declaraciones de los mismos alumnos, que reconocieron al joven ladrón, identificaron al mismo como uno de “los chicos poxi”, un grupo de menores que se encuentra en situación de calle en la zona de la plaza España y la Terminal de Ómnibus.
—¿El chico presentaba alguna alteración visible en su conducta? ¿En su forma de hablar?
—Las personas que lo vieron dicen que tenía ciertas dificultades para hilar las ideas y manifestar qué estaba haciendo.
—Los alumnos, ¿tuvieron problemas de inseguridad en los horarios de ingreso y egreso a clases?
—Algunas veces se dan situaciones, pero, previendo lo que puede pasar llamamos al comando para que dé una vuelta por la zona. A veces también los corrieron. Pero nunca nos había pasado esto de que se llevaran pertenencias de los chicos de la escuela.
Injusticia
La directora explicó que, si bien se analizó la posibilidad de mantener las puertas del edificio cerradas, hoy es una opción casi imposible. “No se puede porque el ingreso y la salida de los chicos es permanente. Hay alumnos que hacen contraturno o educación física y tienen otros horarios. Necesitaríamos un personal que esté exclusivamente atendiendo la puerta y la falta de personal es justo otro problema que tenemos las instituciones”, dijo Roverano.
La escuela cuenta con cuatro porteros, divididos en dos turnos, por lo cual sería irrisorio afectar a uno de ellos en la tarea de custodiar el ingreso al colegio.
Celeste Tenca es preceptora del colegio Bustos y se encontraba en el establecimiento cuando ocurrió el robo. Tenca estuvo con los alumnos perjudicados e intentó calmarlos.
“Los chicos primero reaccionaron mal porque lo sintieron como una injusticia y lo más lamentable es que es algo que ya viene sucediendo en la escuela y no le encontramos solución”, destacó.
Además, la preceptora relató una situación que, si bien no pasó a mayores, ocurrió cuando los estudiantes salieron de clases.
“Uno de los alumnos rescató por sus propios medios el celular de una compañera, con el riesgo que eso implica. Lo hizo fuera del horario de clases. Buscó al chico, lo sacudió y se le cayó ese celular. Estaba sentado enfrente de la escuela, en la plaza”, contó.
La mirada de los jóvenes
Rosa tiene 17 años y cursa el tercer año del nivel polimodal en la escuela Bustos. La adolescente aseguró que: “Lo que pasó es algo cotidiano. Está siempre la puerta abierta y los chicos aprovechan y pueden entrar. No tenemos tanta seguridad. Es común ver a los chicos que necesitan que se pasean por esta zona”.
—¿Son siempre los mismos chicos los que rondan el colegio?
—Sí, son una bandita. Se van separando o agrupando diferente, pero son siempre los mismos. Están siempre en la plaza o en la Terminal. Viven ahí, entonces a veces dan una vuelta, ven la escuela abierta y entran.
—¿Tuvieron problemas con ellos en los últimos meses?
—Sí, entraron varias veces. Incluso una vez abrieron la ventana del curso mientras estábamos en clases y empezaron a escupir, a molestar y a hacer esas cosas que hacen ellos.
La droga
Vanesa, estudiante de la escuela Bustos, confirmó una realidad que parecía haberse disipado hace meses y que alude en forma directa a los menores en situación de calle.
“Nosotros vemos a los chicos drogándose en la plaza. Le buscan lío a los que van a la escuela, a veces entran también. Muchas veces no podemos estar ni siquiera en la plaza porque nos gritan y nos tiran cosas”, afirmó.
En cuanto a las edades de los chicos que viven en la Terminal, los alumnos resaltaron que van desde los 10 a los 12 años, en la mayoría de los casos.
Hace un año y medio, Diario UNO denunciaba la realidad de esos menores y reflejaba la gravedad de ese escenario, marcado no sólo por la inhalación de pegamento –como forma de ahuyentar el frío y el hambre– sino por la falta de contención por parte de todos los actores: su familia y las autoridades competentes de todos los niveles gubernamentales. Hoy, se repite la historia.
Ayer, un chico de alrededor de 12 años ingresó a la escuela de Educación Media Juan Bautista Bustos –frente a la plaza España–, logró entrar a un aula de la planta alta sin ser visto y (aprovechando la ausencia de los estudiantes) se llevó 67 pesos y tres celulares. (ver fotografía).
Mientras salía del edificio fue visto por una portera de la institución educativa que lo detuvo y –al no reconocerlo como alumno de la entidad– le preguntó “si necesitaba algo”. El menor balbuceó algunas palabras, pidió algo para comer y se retiró del inmueble.
Al detectar las pertenencias faltantes, directivos y profesores del colegio se dirigieron a la Seccional 1ª de Policía a radicar la denuncia por el robo; mientras otras autoridades de la escuela se comunicaban con los padres de los adolescentes perjudicados para informarles lo ocurrido.
Indiana Roverano, directora de la escuela Bustos, destacó que, según las declaraciones de los mismos alumnos, que reconocieron al joven ladrón, identificaron al mismo como uno de “los chicos poxi”, un grupo de menores que se encuentra en situación de calle en la zona de la plaza España y la Terminal de Ómnibus.
—¿El chico presentaba alguna alteración visible en su conducta? ¿En su forma de hablar?
—Las personas que lo vieron dicen que tenía ciertas dificultades para hilar las ideas y manifestar qué estaba haciendo.
—Los alumnos, ¿tuvieron problemas de inseguridad en los horarios de ingreso y egreso a clases?
—Algunas veces se dan situaciones, pero, previendo lo que puede pasar llamamos al comando para que dé una vuelta por la zona. A veces también los corrieron. Pero nunca nos había pasado esto de que se llevaran pertenencias de los chicos de la escuela.
Injusticia
La directora explicó que, si bien se analizó la posibilidad de mantener las puertas del edificio cerradas, hoy es una opción casi imposible. “No se puede porque el ingreso y la salida de los chicos es permanente. Hay alumnos que hacen contraturno o educación física y tienen otros horarios. Necesitaríamos un personal que esté exclusivamente atendiendo la puerta y la falta de personal es justo otro problema que tenemos las instituciones”, dijo Roverano.
La escuela cuenta con cuatro porteros, divididos en dos turnos, por lo cual sería irrisorio afectar a uno de ellos en la tarea de custodiar el ingreso al colegio.
Celeste Tenca es preceptora del colegio Bustos y se encontraba en el establecimiento cuando ocurrió el robo. Tenca estuvo con los alumnos perjudicados e intentó calmarlos.
“Los chicos primero reaccionaron mal porque lo sintieron como una injusticia y lo más lamentable es que es algo que ya viene sucediendo en la escuela y no le encontramos solución”, destacó.
Además, la preceptora relató una situación que, si bien no pasó a mayores, ocurrió cuando los estudiantes salieron de clases.
“Uno de los alumnos rescató por sus propios medios el celular de una compañera, con el riesgo que eso implica. Lo hizo fuera del horario de clases. Buscó al chico, lo sacudió y se le cayó ese celular. Estaba sentado enfrente de la escuela, en la plaza”, contó.
La mirada de los jóvenes
Rosa tiene 17 años y cursa el tercer año del nivel polimodal en la escuela Bustos. La adolescente aseguró que: “Lo que pasó es algo cotidiano. Está siempre la puerta abierta y los chicos aprovechan y pueden entrar. No tenemos tanta seguridad. Es común ver a los chicos que necesitan que se pasean por esta zona”.
—¿Son siempre los mismos chicos los que rondan el colegio?
—Sí, son una bandita. Se van separando o agrupando diferente, pero son siempre los mismos. Están siempre en la plaza o en la Terminal. Viven ahí, entonces a veces dan una vuelta, ven la escuela abierta y entran.
—¿Tuvieron problemas con ellos en los últimos meses?
—Sí, entraron varias veces. Incluso una vez abrieron la ventana del curso mientras estábamos en clases y empezaron a escupir, a molestar y a hacer esas cosas que hacen ellos.
La droga
Vanesa, estudiante de la escuela Bustos, confirmó una realidad que parecía haberse disipado hace meses y que alude en forma directa a los menores en situación de calle.
“Nosotros vemos a los chicos drogándose en la plaza. Le buscan lío a los que van a la escuela, a veces entran también. Muchas veces no podemos estar ni siquiera en la plaza porque nos gritan y nos tiran cosas”, afirmó.
En cuanto a las edades de los chicos que viven en la Terminal, los alumnos resaltaron que van desde los 10 a los 12 años, en la mayoría de los casos.
Hace un año y medio, Diario UNO denunciaba la realidad de esos menores y reflejaba la gravedad de ese escenario, marcado no sólo por la inhalación de pegamento –como forma de ahuyentar el frío y el hambre– sino por la falta de contención por parte de todos los actores: su familia y las autoridades competentes de todos los niveles gubernamentales. Hoy, se repite la historia.
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